El almacén de la imagen tuvo de todo y de nada. De todo, porque siempre corre los riesgos de un huracán por fijar la fecha en plena temporada ciclónica, y esta edición, la vigésima segunda, estuvo en vilo y medio pasada por agua, debido al influjo de “Sandy”. De nada, porque, circunstancias a parte, la esperada muestra audiovisual que se había convertido en un espacio para la irreverencia artística, y que cada año permitía la complicidad entre realizadores y públicos, no fue tan así.
La alerta territorial en que nos puso el fenómeno meteorológico permite comprender el ajetreo en la ciudad, y el temor de los organizadores ante la previsible suspensión del evento después de la preparación e incluso con los invitados ya en la provincia.
Enseguida un programa emergente intentó preservar la luz a la imagen y el pensamiento en la Casa del Joven Creador, pero quién saldría del hogar con el tiempo tan arisco. Sin embargo, no es culpa del ciclón la sensación del Almacén andando, sin andar.
El debate acerca de la producción se quedó en dos momentos, uno a partir de las observaciones de los holguineros Rubén Ricardo Infante y Reynaldo Lastre acerca de alternativas cubanas, y el otro en el intercambio con Ricardo Figueroa, desde su experiencia en Cooperativa Producciones. El Coffea Arábiga coló para darle taller al proyecto nuevitero “El cuchillo de Macbeth”.
Las proyecciones solo fueron de la muestra competitiva con las 66 obras admitidas, algo distinto a ediciones anteriores en que también de allí se hacía una selección. El visionaje fue posible en la sala Canal 11, más o menos en el Café Literario La Comarca y de manera irregular en la Academia Vicentina de la Torre y en la sala teatro Guiñol de Camagüey.
Otra vez, la calidad azuzó comentarios entre realizadores, y hasta el jurado recomendó mayor rigor en la admisión, porque apreció la reiterada falta de dominio de las reglas elementales de la narración y del abc de cualquier audiovisual.
Quizá ha llegado la hora de repensar el Almacén. Si el evento no es responsable de la hechura de las obras, hoy no basta con la conformidad de querer mostrar lo que se hace en Cuba, porque indiscutiblemente lo que está llegando aquí no es todo lo que se hace. Hay una disminución considerable de las respuestas a la convocatoria. El afán de representatividad y de inclusión ha permitido que se cuele de lo sublime a lo ridículo, y eso puede estar lacerando el prestigio de un evento que ya no parece de alternativa.
La Asociación Hermanos Saíz mantiene el Almacén como el certamen nacional más importante de su tipo, y si lo defiende es para que trascienda, no para decir que se hace. Resulta necesario auscultar el porqué los propios estudiantes del ISA no asumen como suyo el evento con la pasión de los realizadores en las primeras ediciones, así como la falta de respaldo verdadero en la concepción de cada jornada.
Por un lado la AHS gestionó el pitching La imagen del almacén, que cuenta con un fondo del ICAIC para proyectos en desarrollo, una contribución para nada desdeñable porque de cierta manera soluciona ese problema real del financiamiento. En su tercera edición, y por segundo año consecutivo, se quedó en Camagüey. En cambio, no son muchos los proyectos que se presentan y menos los que se aceptan por algo que el último jurado catalogó como baja calidad, falta de originalidad, deficiencia en el manejo del presupuesto…
Este Almacén al menos tuvo un ejemplo distinto de preocupación por los caminos de la imagen con el Proyecto audiovisual Play, otra vez a cargo de la inauguración, y con la responsabilidad de la clausura. Este logró la técnica del mapeo bidimensional sobre estructuras físicas, algo novedoso en Cuba y muy en boga en el mundo. También cuadros de alegría propiciaron los premios centrales ganados por camagüeyanos.
Pero los lauros no bastan para justificar los desaciertos de una edición, para la cual se destinó dinero en medio de restricciones económicas, dinero con austeridad que precisaba su equivalencia con un resultado de ganancia espiritual en los propios realizadores participantes, en el público posible. Por eso en el inventario de este Almacén aparecen como desgajadas más de dos décadas de historias y esfuerzos de ese espacio cultural, alguna vez erigido como espacio de resistencia, que aún debe lograr con intensidad su permanencia durante el año, y fuera de sus propios límites.
Autor: Yanetsy León González
Fuente: Adelante Digital